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Poema. Short(-/)age.

short(-/)age




un multimillonario quiere
vivir doscientos años

toma doscientas píldoras
todos los días
a partir de las cinco de la mañana

especialistas, doctores, enfermeros,
vigilan su ritmo cardiaco,
la calidad de su sueño,
la firmeza de sus erecciones

recolecta sus excrementos
-materia orgánica que vale oro-
y excita sus lacrimales
al tiempo que láseres
bañan su rostro

mientras tanto,
en un recoveco escondido,
ignorado, no pisado
por la planta
de turistas imprudentes,
un hombre recolecta
nueces bañadas en lluvia,
que penden de árboles sagrados
enraizados en tierra sagrada,
cubierta por la sombra de una montaña
que en los atlas tiene otro nombre

un multimillonario bebe
un cóctel de polvos orgánicos

algas cuidadosamente seleccionadas,
molidas, mezcladas
con otras especies exóticas
de frutos secos,
hierbas que funcionan para cosas
muy específicas:
algunas regulan el ritmo cardiaco,
otras resanan las paredes arteriales,
otras más llenan el torrente sanguíneo
con antioxidantes

al mismo tiempo
un pescador anónimo en un mar anónimo
se dispone a dar un salto
que media entre la fe, la esperanza y el miedo

frente a frente
ya en mar abierto
se topa con el coral, el arrecife,
y talla, corta, guarda
su preciado, inesperado tesoro,
costra verde que invade grietas,
destroza corales y esconde morenas
dispuestas a morder,
dispuestas a matar

se yergue en su bote
de anónimas tablas recubiertas
con otra costra que mezcla
sal y grasa,
sudor y sangre,
y mide, pesa, selecciona,
antes de resguardar en bolsas
la carga que transportarán hieleras
personalizadas con un logo corporativo

un multimillonario teme
cerrar los ojos antes de tiempo

se aferra con rabia y decisión
a la vida como quien se aferra
a la baranda de un tren que lleva
las últimas viandas de un mundo postapocalíptico

decidido está
a vivir ciento cincuenta años más,
así,
con sus pastillas, sus polvos mágicos,
su medición puntual y exacta
del volumen fecal,
el monitoreo de la erección
que indica algo más que la mera potencia
de corazón y arterias,
la excitación de lacrimales
que se abren también en ocasiones imprevistas:
un adiós, la despedida
de alguien a quien no veremos más,
el desdén, el fracaso
de un amor que lo fue todo y será nada,
sólo un dolor en un lugar indefinido
en el fondo del pecho,
junto al corazón

un multimillonario teme

en lo más recóndito de su ser,
teme que un día, al despertar,
el polvo de alga que ha vertido en el vaso
sea la última muestra existente en el planeta
en aquel lejano
dos mil ciento setenta y tres,
-también
aquella nuez
sagrada y milenaria
dejó de estar disponible
al ahogarse en micro-plásticos-,
y él deberá tomar otras decisiones;
indecibles,
terribles decisiones

clonará las algas y las nueces,
su equipo, el de entonces,
estará conformado por los nietos de los nietos
de los nietos de sus médicos y especialistas actuales
porque
son los únicos médicos y especialistas
en quienes puede confiar
y quienes pueden medir, contar, pesar,
analizar, discernir, valorar,
el avance, el progreso, la idónea
cantidad a engullir día con día
de algas y nueces clonadas
para nutrir aquel cuerpo
que vale su peso en oro,
que excreta oro biológico,
que tiene erecciones adolescentes,
que llora con lacrimales
que envidiaría cualquier actriz adolescente,
que verá otro tiempo y vivirá un mundo
negado, inalcanzable, inaccesible
para el recolector de nueces,
para el recolector de algas,
para quien lee estas líneas
que escribe alguien
también condenado
al anonimato y al olvido



francisco arriaga
méxico, frontera norte
23 de septiembre de 2023

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