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Cuento. Un libro.

Un libro.     A Ana M. Gutiérrez, Adán Balcázar y Jesús H. Olague.     "El primer estante del librero principal no está vacío", le dijeron antes de entregarle la llave. El bibliotecario entró en el recinto y miró diecisiete libreros altos, con cinco estantes cada uno, todos llenos, con la única excepción del primero. Allí estaba contenida toda la literatura nacional de los últimos cincuenta años, representados por obras y autores reconocidos. Detuvo la vista en el estante más alto de aquel librero, y no vio un solo volumen. Pensó que era una broma del bibliotecario anterior, y se dispuso a realizar sus labores. El cargo computaba un máximo de veinticinco años de servicio y, con treinta años recién cumplidos, sabía que pasaría allí la mayor parte de su vida adulta y si el destino le era propicio, sin mayores sobresaltos. Preparó un café y se dirigió al escritorio que se le asignó. En un abrir y cerrar de ojos, cambiaron la computadora, la lámpara, ...
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Poema. wwiii.

 wwiii ¡la deseamos tanto! asoma con timidez sobre el horizonte, trae sobre la frente los rayos del sol y por la noche ronronea su danza de petardos y fuegos de artificio desliza sus dedos y rasca montañas, valles, cordilleras, y cruza los mares, ajena y altiva ignora las corrientes transoceánicas y sus pasos felinos acarician las arenas de lugares sin nombre lleva sobre los hombros una carga ligera, suyo es el fuego, la sangre, el llanto y la palabra que bajó del cielo busca con sus ojos ciegos un lugar, un rincón, el sitio donde sus allegados podrán erigir el cuartel y lleva, uno por uno, el registro de quienes caen, de quienes lloran mutilados y torpes, como viejos maniquíes de sastre callejero pero nunca le preguntes quiénes fueron antes que tú; quiénes con sus huesos formaron un muro, nueva frontera, régimen nuevo, otros dioses, otros credos todo lo quiere y reclama y suya es la lista de la vida y la muerte y suyos los pasos que, sigilosos retumban de polo a polo ¿escuchas la ...

De oficios y beneficios. A Simitrio Quezada.

  De oficios y beneficios.   A Simitrio Quezada. Se dice que, actualmente, en España se publica un libro cada 6 minutos. La estadística especifica una cifra redonda: 290,000 libros con ISBN, por año. Citar la queja de Cicerón, lamentándose por la desobediencia de los hijos hacia sus padres y el volumen de libros escritos ya en sus días, resultaría vano. Más que escribir, redactar o hilar coherentemente un par de frases y tratar de armar un rosario con las diferentes partes que pueden conformar una oración, el hecho de escribir y publicar ha popularizado hasta el extremo la imagen misma del escritor, aunque el arte -y el oficio mismo- de ‘escribir’ sea, por naturaleza, impopular y hasta elitista si se quiere. No todos quienes ‘escriben un libro’ pueden ser considerados ‘escritores’ y no todos quienes efectivamente lo son, inundan con sus obras los estantes de las ya diezmadas y pocas librerías existentes. Todo escritor, tarde que temprano, se encuentra cara a cara con...

Don Zefe.

 El año pasado, en 2024, supe de Don Zefe. Vendedor de raspados en la acera de alguna escuela primaria, al parecer en Ciudad Victoria, Tamaulipas, ofreció un vasito gratis a los niños que terminaron de cursar el Sexto Grado. Un cartel tamaño cartulina, escrito con cuidado, no deja lugar a la duda. Él, desde su trinchera, está buscando también crear un país mejor, diciéndoles a esos niños que hay alguien que se preocupa por ellos y les desea un futuro brillante, una buena vida. "POR MOTI BO dE SU GRAdUASION y TERMINASION dE SICLO ESCOLAR RASPAS dON ZEFE LES TRAE SU BASO GRATIS! A TodoS y LES dESEA FELISES BACASIONES ATodoS" Pocas cosas más duraderas que el agradecimiento de esos niños que, ahora, quizás no perciben el alcance de ese vasito de raspado. Y andando los años, quién sabe hasta dónde pueda llegar en la búsqueda de sus sueños, alguno de esos estudiantes que recién terminaron su educación primaria. Vaya este pequeño homenaje a Don Zefe, con mi admiración y respeto. Fra...

Cuento. La herencia.

  La herencia.     Después de firmar el documento, se contuvo un par de segundos antes de entregarlo al notario. —De lujo, —dijo con voz pausada, como si disfrutase de cada sílaba con un goce que nadie más entendería. Dos cosas lo llevaron a dejar la presidencia del corporativo, ambas igualmente definitivas. La primera, el tanque de oxígeno enchapado con oro falso, que últimamente lo acompañaba a todos lados y era cuidadosamente observado por el equipo de enfermeros a turno completo, contratados únicamente con el fin de rellenarlo y administrar fármacos, y la segunda, peor aún. Los setenta y ocho años que llevaba encima y le agriaban hasta el antaño mínimo gusto de tomarse un trago de cognac Martell de alta gama, los viernes por la tarde justamente cuando cerraba el ejercicio bursátil. Sabía que era poco, poquísimo el tiempo que le quedaba. Sus órganos, enfermos y con ritmos sincopados, seguían funcionando por algún tipo de oscura mecánica consistente únicamente...

Signo, símbolo, ideograma: sobre un verso tránsfuga de Octavio Paz.

  Signo, símbolo, ideograma: sobre un verso tránsfuga de Octavio Paz.   Poco queda por decir sobre la obra y finalmente, el legado de Octavio Paz, que no haya sido abordado siquiera de manera tangencial por algún ensayo académico, estudio literario y también, alguna ‘Historia de la Literatura’ de carácter escolar. Entre la marea de publicaciones que tienen la obra de Paz como su eje y asunto, es poco probable que pueda agregarse un comentario inédito o ‘nuevo’ y menos probable aún, que pueda abordársele con un punto de vista totalmente diferente que coloque en primer plano alguna vertiente inexplorada de tal corpus: hijo de su tiempo, hizo malabares con sus cargos políticos, su obra poética y ensayística, sus dramas personales y sus escaramuzas políticas e intelectuales. A pesar de ello, aventuro un comentario mínimo sobre un verso específico que puede encontrarse en la obra que lo catapultó al ámbito internacional: ‘Piedra de sol’. Es conocida la construcción cíclica del text...

Poema. Descubri-miento.

 descubri-miento A Marco Vinicio Dávila y Flavia Dezzutto. sabíamos que el astro danza, allá arriba, sincronizando su paso con la forma opaca, celosa de la luna sabíamos que la sangre y el canto terminarían con el fin del tiempo y un padre y una madre vagarían por la noche sin sol, eternamente y, cansados los huesos y las almas comenzaría otro mundo su cuenta larga con otro cielo, otra luna, otro sol, otros hombres, otras vidas no sabíamos que ellos estaban allá, lejos, debajo del horizonte matutino, hoguera nueva, con su dios de madera en cruz y el tasajo colgante y desgarrado de un hombre que sufre y muere y renace y vive -eso nos dijeron ellos- aquella mañana era igual que otras tantas y al igual que otras tantas, nos trajo luz, alimento, el verde de una selva verde, el canto de las aves que cantan, el hambre del guerrero que caza los encontramos y eran apenas tres sombras como cerros, traían estandartes y vagando los ojos y los corazones bajaron de aquellos ce...