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Poema. Palestina.

 Palestina.



Queremos que mueran,

¿no lo entienden?


En ellos nos odiamos nosotros,

en ellos vemos la historia de un pueblo

vencido, cegado por el dolor,

con ansias de venganza, imposibilitado

para obtener un desquite,

una compensación.


Ese pueblo lleva nuestro rostro.


Queremos que no quede

piedra sobre piedra

ni de campamentos ni hospitales.

Eso queremos y no otra cosa.


Si pudiéramos

-¡si tan sólo pudiéramos

elevar la voz y en alemán

con gritos abiertos

hacer llegar las órdenes

al primer frente,

al primer soldado!-

repetiríamos aquello que otros

hicieron con nosotros.


Gustosos repetiríamos

la historia.


[Ellos, ésos,

resisten, debajo de las piedras,

detrás de una tapia descarapelada

por la metralla, los huesos y el plomo,

ésos, ellos,

cuando ha cesado el bombardeo

asoman entre las ruinas,

ojos grises, cejas manchadas

por un barro que lleva

sangre y polvo en medidas iguales.

Y lavan con sus lágrimas

los pecados del mundo.]


Y podemos.

¡Claro que podemos!

Pero no serán en alemán;

las órdenes serán dadas

en nuestra lengua que es

también la lengua de Abraham,

la lengua sagrada de la Torah,

la lengua que en el Sinaí

se transformó en escritura y ley.


No ocultamos nada,

ni esta rabia visceral

por ellos que son nosotros,

ni esta furia por ellos

que, falta poco ya, habrán sido

lo que nosotros alguna vez fuimos.


¡Queremos que mueran!


El mundo entiende;

por fin, entiende,

qué es lo que queremos

y nos han prestado

misiles de alta precisión,

canales de paga en HD,

horas estelares en noticieros fascistas,

unas olimpiadas terriblemente eficaces

para esconder los pequeños desperfectos

que puede sufrir nuestro plan.


Queremos que mueran, sí, todos ellos,

hasta el último.

Y el mundo aplaude, desde todos los rincones,

la decisión, el temple, la convicción

de nuestros ataques.


Si los dejáramos seguir adelante,

-estamos seguros

como ellos pueden estar seguros

que desaparecerán

de la faz de la tierra-,

un día, en el futuro, ellos

harían lo mismo

con nosotros.


Por eso queremos que mueran,

aquí y ahora,

todos y cada uno de ésos;

que las tablas de Moisés

nos cubren a todos,

pero no son para todos,

y para nosotros son vida

y para los otros,

-para ésos-

muerte.



Francisco Arriaga.

México, Frontera Norte.

30 de agosto de 2024.

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