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Sonate for piano and tortoise

 Sonate for piano and tortoise


La Sonate for piano and tortoise comenzó a escribirse el 6 de diciembre de 2020, cuando la ciudad, el país y el mundo, se encontraban en lo más álgido de la pandemia.

En ese momento tenía claras dos cosas, la primera: que sería una obra jocosa, une boutade, que comenzaba con el título mismo de la obra. ¿Una sonata para piano ‘y’ tortuga? Sí, en modo alguno se trataba de remitir al piano a su papel primario de instrumento de concierto, añadiéndole la presencia inusual de una tortuga, sino tratando que tal presencia fuese interactiva, como si se tratase de un ‘ballet para tortuga’. Así que, al ser completamente neófito en cuestiones dancísticas, decidí abordar el proyecto desde el terreno que conozco y utilizando una forma que ya abordé antes: la sonata para piano.

La segunda y más engañosa: pensé que sería una obra que se escribiría solita, con un par de clics y que se trataría, para enfatizar más el carácter jocoso, de una obra corta, de no más de 5 minutos.

Sobre el primer punto: Tuga, nuestra querida tortuga ‘de orejas rojas’, pertenece a una especie acuática, es decir, camina y más que caminar, corre con ligereza que toma desprevenido a más de uno. Al escribir los primeros compases imaginé un ‘performance’ donde un asistente ‘jugase’ con Tuga mientras el pianista ejecuta lo que está sobre la pauta.

Los primeros 48 compases se escribieron con relativa celeridad entre diciembre con sus fiestas a cuestas, enero y febrero con el trabajo demandante ‘en casa’ y al llegar el mes de marzo, sucedió lo impensable: Tuga aprovechó un descuido nuestro y tomó calle. Estuvo perdida 5 días con 5 noches en el barrio, y nosotros con el corazón en vilo, preocupados por todo lo que podía suceder vistos los tiempos que corren.

Cuando recibimos la llamada de una familia que la había encontrado, a cinco cuadras de distancia y un par de cuadras antes de llegar a un canal de aguas negras, nos volvió el alma al cuerpo. Nos la entregaron tal como la encontraron: sucia con barro y aceite automotriz, deshidratada, su caparazón deslucido y sucio, pero era ella y estaba a salvo.

No fue fácil ponerse a la obra nuevamente, así que entre ires y venires, pasó el segundo semestre de 2021 y recién entrado este año, retomé lo que comenzó como una broma y derivó en el ‘Chant d’amour’ para Tuga que puede escucharse a partir del compás 83.

Como ya mencioné, los primeros compases tienen un carácter hasta cierto punto jocoso y es a partir del compás 48 que puede notarse una estructura más coherente -o menos rapsódica-, que comienza con un movimiento ‘malincónico’ y enfatiza esa pérdida traducida en lejanía física. De allí, siguen algunos desarrollos hasta llegar a las 4 ‘figuras’ que están pensadas para interactuar directamente con la dedicataria de la sonata.

La obra, como tal, quedó terminada el 1ro. de abril, y su ‘publicación’ hecha algunos días más tarde, obedece a la necesidad de realizar algunas revisiones y editar específicamente algunos pasajes que, al pasarse al pentagrama y unificar voces, resultaban confusos y difíciles de leer.

Pido se me excuse la pedantería de utilizar mi deficiente inglés para ilustrar las indicaciones sobre la intervención directa de Tuga en un abstracto e imaginario performance: tenemos la idea que ella, al llegar a nuestras vidas el 2 de junio de 2019 -coincidiendo con el cumpleaños de mi querida y amada hija- debió renunciar definitivamente a un posible regreso a tierras norteamericanas. Al parecer su especie es originaria del país vecino y, según hemos sabido después, se le considera una ‘especie invasora y depredadora’.

Hemos aprendido a vivir y a convivir con ella, y ahora es un miembro más de nuestra familia. Esto me lleva a manifestar mi total acuerdo con lo que dice David Lynch en ‘Lucky’, hablando de President Roosevelt, su tortoise:

There are some things in this universe, ladies and gentlemen, that are bigger than all of us. And a tortoise is one of 'em!


Francisco Arriaga.
México, Frontera Norte.
6 de abril de 2022.


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