Ir al contenido principal

Milonga y fiesta.

Milonga y fiesta.


La Milonga y fiesta comenzó a escribirse en junio de 2010, cuando trabajé en las ‘Milongas de nadie’. De allí que la pieza esté emparentada directamente con la Gran milonga brillante que cierra ese ciclo.

Por alguna razón, aquel 15 de junio de 2010 abandoné esa composición, dejando 22 compases que con pocas variaciones son la base de la pieza actual. Cambiando la intención, sustituí la Milonga y fiesta por la Milonga siniestra que pretendía ser un juego de palabras en el título y el abordaje de un reto al escribir una milonga para la mano izquierda.

Así, el mes de octubre del año en curso, al terminar la Milonga para Pablo pude retomar aquella obra que me pareció, valía la pena rescatar.

Está dedicada a algunos amigos cercanos y por extensión a todos los amigos que me acompañan y han acompañado en estas andanzas:

Marco V. Dávila, Simitrio Quezada, Alejandro de la Cueva, Francisco Carpena Pérez, Maria Elena Hartung, Manuel José Crespo, José Luis Domínguez, Flavia Dezzutto, Ernesto Cisneros-Rivera, Ana M. Gutiérrez, Adán Balcázar y Jesús Humberto Olague.



“A mis amigos les adeudo la ternura,

las palabras de aliento, y el abrazo…”


Francisco Arriaga.

México, Frontera Norte.

30 de noviembre de 2021.



FA - Milonga y Fiesta by Francisco Arriaga on Scribd


Comentarios

  1. Acabo de tener la oportunidad de escuchar. Gracias por estar y compartir su talento de esta manera. Me siento muy honrada.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Infierno de madera.

  Infierno de madera.   El infierno cabe dentro de una inofensiva, inocente, cajita de madera. Y esa cajita se supone que contiene, exactamente, un litro cúbico. [1] Pudiera haber sido en 1984, 1985, cuando a mi madre y a mi abuela les dijeron que había ‘trabajo’ temporal, para una semana, despepitando matas de cacahuate. No sabía ni cómo eran las plantas del cacahuate, no sabía lo que era ‘despepitar’, y tampoco sabía que existiesen aquellos cubos ásperos, toscos, de interiores perfectamente rectos y que mostraban en el exterior un sinfín de golpes, cicatrices en la madera que evidenciaban su uso y abuso. En ese entonces estaba por cumplir los diez, quizás los once años. Y mi abuela me llevó con ella, por la tarde, a un zaguán donde esperaba una montaña informe que olía a hierba y tierra húmeda, donde las plantas parecían acelgas o verdolagas sin lavar y que tenían unas raíces llenas de bultos, como terrones de barro anudados o enredados en la raíz. Nos dijeron que no...

Dadá Sonate.

 Dadá Sonate. La Dadá Sonate comenzó a escribirse el 7 de junio de 2022, como un ejercicio rítmico. La primera docena de compases se completó en los días siguientes y quedó esperando hasta estas últimas semanas, en que pude retomar su escritura, con los resultados que aquí se muestran. Como su nombre lo indica, bien pudiera ser que de Sonata la composición que aquí se ofrece no tenga ni siquiera el nombre. Como sea, en caso de que no sea una sonata propiamente dicha, sería una suite orgánica y debe interpretarse como un todo. ¿Es posible sobrepasar lo que en su momento hicieron Beethoven, Mozart, Bach? Hace un par de meses, en alguna conversación que tuve con mi hija y mientras sonaba un cedé con algunas sonatas de Beethoven en la magistral interpretación de Kempff, tratábamos -sólo podemos hacer eso, un ‘intento’- de imaginar cómo sonarían los compases de la archiconocida sonata en C# menor, -con su adagio que prácticamente en estos momentos, es un patrimonio intangible de l...

Cuento. El hombre que murió el diez de agosto de 1845.

El hombre que murió el diez de agosto de 1845. Cuando escuchó la sentencia suspiró aliviado, como si su cuerpo se hubiese diluido a partir del cuello, desapareciendo los brazos, las piernas, el torso. Se sintió libre, seguro ya de cuál sería su destino a partir de ese momento y que podría pagar, en justicia, por los crímenes cometidos, sustrayéndose de indirectas, sospechas, acusaciones y calumnias. La ejecución se pactó entre jurado y juez; no estaban los tiempos para perder municiones y tampoco para dejar la impronta de la sangre y el plomo en el fondo de algún patio; querían evitar, en caso de alguna posible invasión, dar argumentos al enemigo que hiciesen dudar de la propia misericordia y benevolencia con los condenados a muerte. La horca, se decidió unánimemente. Y la sentencia se cumpliría al día siguiente, exactamente a las diez de la mañana, contadas a partir de la primera campanada del reloj de la iglesia parroquial —que se decía, mantenía la hora sincronizada con la marcada e...