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Milonga para Pablo.

 Milonga para Pablo.

La Milonga para Pablo comenzó a escribirse el 26 de marzo del año en curso, como un proyecto que pretende aunar la forma milonga con la improvisación. De aquí que la pieza podría también considerarse como una milonga experimental o como una improvisación en forma de milonga.

En aquellos últimos días de marzo trabajé en una treintena de compases. Fue en los primeros días de este mes que pude retomar la pieza, realizando algunas correcciones y retomando algunas ideas que en aquella primera fase no supe cómo dibujar en el pentagrama; tales eran precisamente los pasajes que requerían ser tratados como verdaderas improvisaciones. Así, tomando tiempo de aquí y de allá, en estas dos semanas ha podido quedar terminada esta obra.

Tuve la suerte de conocer y convivir con D. Juan Pablo García en una tarde de diciembre de 1993, donde me honró compartiéndome algunas anécdotas, opiniones y principalmente, con esa humildad no exenta de grandeza que poseen quienes fungen como maestros, dejando en sus pupilos gotas de sabiduría y también el fuego de un corazón enamorado de su vocación y oficio.

Aquella tarde habló de música, de los compositores mexicanos con quienes tuvo la oportunidad de trabajar y conocer de cerca. Y mirando las fotocopias que en ese tiempo me acompañaban por las tardes cuando intentaba interpretar decentemente algunos valses y las piezas obligadas de quien se inicia como pianista -y que a la fecha sigo tocando irremediablemente mal-, me pidió que tocase algo para él.

Le comenté mis graves deficiencias y mirándome atentamente, me pidió nuevamente agregando un ‘muchacho, no estás en una audición, hazlo como un favor que te pido y por el que, desde ya, te estoy agradecido’.

Así que toqué lo que en ese momento estudiaba, Dios nunca muere en esa curiosa transcripción/adaptación que circula en la red de redes.

Recuerdo que cerró los ojos y se recargó sobre el respaldo de un sillón en aquella sala donde el piano Sala Chopin sufría mis manotazos, y al terminar me dijo con un tono alegre y satisfecho: no conocía esta introducción. ¿De quién es?

Le confesé que también desconocía quién era el autor de esa introducción lírica y que así, tal cual, venía en la partitura que estudiaba. Me pidió que le facilitara una copia de la misma y le prometí llevársela a Zacatecas en la primera oportunidad.

Después, a punto de comenzar la función con la Banda Sinfónica del Estado de Zacatecas que aquella ocasión dirigió su hijo, me pidió que le acompañase hasta la explanada de la presidencia municipal y que le sirviera de guía. Me confesó que le disgustaba aquella deferencia que invariablemente le hacían cuantos se cruzaban con él. Este exceso de cuidados hace que me sienta como si fuera de porcelana, como si temieran que de un momento a otro me fuera a romper.

Apoyándose en mi brazo derecho, salimos a la calle y recibimos el agradable aire fresco de aquella tarde-noche. Anduvimos seis o siete cuadras y escuchamos los primeros compases de La marcha Zacatecas. Ese es mi hijo, y lo hace muy bien, comentó señalando al director. Pocos minutos después me pidió que regresásemos pues temía que aquel frescor pudiese enfermarle o causarle algún malestar.

Regresamos a la salita y algunos minutos más tarde, me despedí de Don Juan Pablo, con la promesa hecha de facilitarle las fotocopias que me pidió.

El año siguiente, y atendiendo algunas indicaciones que me hizo para llegar a las oficinas donde despachaba su hijo, en la primera oportunidad que tuve le dejé con él lo prometido: el juego de fotostáticas con aquella curiosa introducción. No sé si dichas fotostáticas llegaron a sus manos: no volví a verlo.

Don Pablo me pidió que no dejase de estudiar, de aprender. Así que, pasado el tiempo, se conservan algunos gestos, las palabras, el trato. También algunos compromisos.

Hoy espero, de alguna secreta manera, estar a la altura de la encomienda.


Francisco Arriaga.

México, Frontera Norte.

15 de octubre de 2021.

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