Utopia Ltd.
A M. V. Dávila,
en pie de guerra.
El que esté libre de ideología
que tire la primera fábrica.
Y de paso, que expropie el Louvre,
y el Archivio Segreto Vaticano,
que se haga con Silicon Valley
y con Hollywood -libretos incluidos-.
Que deshaga el nudo gordiano
que sella todo contrato colectivo,
cortando de tajo, con una frase apodíctica
la falsa estructura de la verdad
que cotiza en el NASDAQ.
El que esté libre de ideología
que trace la primera calle.
Que haga traer el mármol de Carrara,
y los frescos de Da Vinci,
que desmonte, bloque por bloque
la pirámide grande y las pirámides pequeñas.
Que deseque el Nilo
y torne verdes el Sahara,
el Gobi, y ya en esas,
el desierto de Arizona.
El que esté libre de ideología
que delimite el primer huerto.
Y abra en sus costados
puertas anchas, generosas,
por donde entrarán los hambrientos
y saldrán, al atardecer,
con el vientre satisfecho,
las ideas claras
y la conciencia tranquila.
El que esté libre de ideología
que talle la primera cuna.
En ella se mecerá el hombre nuevo,
acrisolado en el calor de la furia y el cansancio,
forjado a punta de sudor y mazo,
templado con lágrimas y sueños.
Tendrá ojos grandes,
con el brillo profundo
del agua en que bebió Adán
y el agua que brotó del costado del Cristo.
Tendrá un alma tallada con obsidiana,
un cuerpo macizo, tendones de piedra,
un corazón sincronizado
con el ritmo cibernético
de unos y ceros,
que danzan un último compás
antes de cerrar la jornada
a las cinco de la tarde.
El que esté libre de ideología
que le enseñe a dar sus primeros pasos.
Y le guíe, sin premuras,
por la calzada amplia de la memoria colectiva,
y le permita jugar entre las ruinas olmecas,
columpiarse de los dinteles de Stonehenge,
y escalar, confiado, el K2.
Si tú, Camarada, lo miras pasar,
verás que su rostro te resulta
familiar.
Verás que su cabellera tiene la forma
de las cabelleras que ondeaban
bajo la amenaza y el gas lacrimógeno
en las calles de París
hace cincuenta y dos años.
Verás que sus ojos reclaman
una mirada franca, de frente,
y son cálidos, hermosos,
como el sol asomando sobre el horizonte
el último día del invierno.
Verás que su rostro
lleva el acné adolescente
como quien lleva un timbre electrónico:
irrompible, imposible de falsificar.
Y al escucharlo, su voz,
resonará como una trompeta
con órgano al fondo
en la Catedral de San Pablo.
Su canto, deciso,
lanzará un ensalmo:
[Ese muchacho, de ojos grandes,
no se debe a jornales de ocho horas,
no se dobla con la promesa de un aguinaldo
que le fracturan en tres, seis, doce pagos.
No se avasalla ante una carta de renuncia
que carece de fecha, ni cede
ante la promesa de una caja de ahorros
que se esconde de la empresa y de Hacienda.]
Expropiemos Machu-Picchu y el mosto,
bebámonos un mate y recobremos
la ruta de la seda.
Expropiemos tu vida y la mía,
los desvelos de nuestros padres,
las madrugadas ciegas y penitentes
de las abuelas triturando con el metate
un puñado de granos que el patrón
llora como si perdiesen una décima
sus ahorros e inversiones en us dollars.
Expropiemos el Smithsonian
y la Library of Congress
[que inmoralmente se ha hecho
con una copia de cada libro
escrito y por escribir en el universo,
confiando que el universo
será reemplazado con la inmoral idea
de una América Imperial,
que suspira y añora y trata de instaurar
a punta de tratados de esclavizado comercio,
proteccionismo rancio y miope
y discursos de hombres blancos pensados para hombres blancos
cuyas pieles caerían, lentamente,
bajo el sol, donde madura el café
que beben parsimoniosamente por la mañana,
bajo el sol, donde crecen el maíz y el trigo
que devoran a partes iguales
en ese coitus interruptus múltiple
que llaman Super Bowl,
que disfrutan chicas barely legal
en pantallas digitales
que están manchadas de sangre,
que se hacen llamar MonteSanto
y envenenan con maíz transgénico
a los esclavos esclavizados que les dan de comer].
Expropiemos el Kansas City Southern,
y el Eurotunnel, el Shakuntala Railways,
Akihabara y Tepito,
El Escorial y el Colosseo di Roma.
Expropiemos la Ilustración, la Enciclopedia
y las Philosophical Transactions of the Royal Society.
Expropiemos los diálogos platónicos,
los trabajos de Kircher -sin olvidar la Musurgia Universalis-,
expropiemos el Popol-Vuh y Kalimán,
las novelas de Salgari y Dumas,
el Credo de Natália Correia
y el Poema de los Dones.
Hemos [mal]vivido con el pecho pegado al muro,
la frente cruzada por la marca
de las piedras cuadriculadas con argamasa.
Conocemos cada poro, cada resquicio,
sabemos cuál es el alto y el ancho de ese muro.
Hemos aprendido en la desesperación
el lenguaje del silencio,
la valiosa magnanimidad de la paciencia.
Han querido dejarnos todo
sin darnos nada.
El crédito allí está, a la mano,
al alcance de una firma,
disfrazado de mínimo descuento
en la tarjeta de nómina.
La trampa ha sido siempre la misma:
el hombre es la cifra del mundo.
Y hemos aprendido que el mundo
no es como ellos quieren que sea.
Que el precio y el valor,
la oferta y la demanda,
de nada sirven
si todos han muerto
al recibir un balazo en la nuca
y dejar el rostro
serigrafiado en el bloque de piedra.
Nos han quitado el derecho
a vernos en nuestros hijos,
a la inocencia de la noche nupcial,
al gozo de la primera cosecha.
Nos han quitado el espíritu y la letra,
hundiendo en el Atlántico sus cables,
más allá de toda razón,
seguros en la seguridad de lo imposible,
seguros de que Echelon, cual genio árabe,
les concederá un deseo:
ser dioses en el cielo y en la tierra.
Atrincherados en pagarés,
seguros de vida,
cálculos y tasas de depreciación,
en préstamos y bonos,
en el vo.bo. del FMI,
nos han quitado el futuro,
el destino,
el espíritu y el pensamiento,
el país y la patria.
[¿Ves, Camarada,
cómo su voz
tiene el timbre
que tuvo también tu voz
antes de ser plastificada,
censada y avalada
por el gobierno en turno?
Cuando te cierran los flancos,
sólo queda una salida:
ir hacia el frente sabiendo
que quienes vienen siguiendo nuestros pasos
también mirarán hacia el frente
y darán un paso tras otro sin dudar,
porque nosotros tampoco hemos dudado.]
Expropiemos nuestros pasos,
nuestro presente y nuestro tiempo.
Ellos quisieron levantar un muro,
asegurándola con un firewall cuántico,
haciendo burla y mofa
de su pudor y recato,
maquillándole el rostro
y escondiéndola tras afeites
anquilosados,
virreinales y cortesanos.
Hemos visto sus ojos,
y sus ojos no mienten.
Sabemos que también
ha sido paciente.
Ahora,
sólo queda reclamar
lo que nunca dejó de ser nuestro:
Expropiemos la Utopía.
Francisco Arriaga.
México, Frontera Norte.
29 de junio de 2020.
FA - Utopia Ltd by Francisco Arriaga on Scribd
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