Ir al contenido principal

¡O magno trolleo classico!

Iosephus IJsewijn reviewed in the Volume 39 of the Humanistica Lovaniensia journal -published the 1990 year-, an article printed among other collaborations of the 'Miscellanea Bibliothecae Apostolicae Vaticanae III':

"Alessandro VII e Athanasius Kircher S. J. Richerche ed appunti sulla loro corrispondenza erudita e sulla storia di alcuni codici chigiani", written by Albertus Bartóla (1989).


Seems the article was not edited with the desired rigor expected in a work of this kind, mainly when the contents self were the 'erudite letters' crossed between Kircher and Alessandro VII. The corrections made to these 'appunti', and only the registered in the Humanistica Lovaniensia article, surpass the 26 numbered.

How can be possible, in such publication, find so high quantity of 'lapsus calami'? This is the same thing that IJsewijn ask, in a bitter but at same time, ironic latin.

"At eheu! hodie ut editorum mos esse videtur communis, verba Latina parum curata sunt, immo foedis deturpantur mendis. Et tu, Bibliotheca Vaticana, quae arx et munimentum Latinitatis esse solebas, ista pateris!"

¡O magno trolleo classico, nunc ad nos ex praeterita retornas!

Curiously, the article closes without any other kind of statement about the errata registered by Bartóla. "At absint querelae; litteras emendemus quoad fieri potest sine iterata codicum inspectione", wrote IJsewijn in the beginning of the review, sure of his capabilities as editor, author, erudit reader... and too, as a 'classical troll' devoted to most serious affairs.

If you are interested in read ab extenso the corrections made by IJsewijn to Bartóla's work, you will find the article here:

INSTRUMENTUM CRITICUM — Epistolae Kircherianae
Author(s): Iosephus IJsewijn
Source: Humanistica Lovaniensia, Vol. 39 (1990), pp. 366-368
Published by: Leuven University Press
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/23973747

Comentarios

Entradas populares de este blog

Infierno de madera.

  Infierno de madera.   El infierno cabe dentro de una inofensiva, inocente, cajita de madera. Y esa cajita se supone que contiene, exactamente, un litro cúbico. [1] Pudiera haber sido en 1984, 1985, cuando a mi madre y a mi abuela les dijeron que había ‘trabajo’ temporal, para una semana, despepitando matas de cacahuate. No sabía ni cómo eran las plantas del cacahuate, no sabía lo que era ‘despepitar’, y tampoco sabía que existiesen aquellos cubos ásperos, toscos, de interiores perfectamente rectos y que mostraban en el exterior un sinfín de golpes, cicatrices en la madera que evidenciaban su uso y abuso. En ese entonces estaba por cumplir los diez, quizás los once años. Y mi abuela me llevó con ella, por la tarde, a un zaguán donde esperaba una montaña informe que olía a hierba y tierra húmeda, donde las plantas parecían acelgas o verdolagas sin lavar y que tenían unas raíces llenas de bultos, como terrones de barro anudados o enredados en la raíz. Nos dijeron que no...

Dadá Sonate.

 Dadá Sonate. La Dadá Sonate comenzó a escribirse el 7 de junio de 2022, como un ejercicio rítmico. La primera docena de compases se completó en los días siguientes y quedó esperando hasta estas últimas semanas, en que pude retomar su escritura, con los resultados que aquí se muestran. Como su nombre lo indica, bien pudiera ser que de Sonata la composición que aquí se ofrece no tenga ni siquiera el nombre. Como sea, en caso de que no sea una sonata propiamente dicha, sería una suite orgánica y debe interpretarse como un todo. ¿Es posible sobrepasar lo que en su momento hicieron Beethoven, Mozart, Bach? Hace un par de meses, en alguna conversación que tuve con mi hija y mientras sonaba un cedé con algunas sonatas de Beethoven en la magistral interpretación de Kempff, tratábamos -sólo podemos hacer eso, un ‘intento’- de imaginar cómo sonarían los compases de la archiconocida sonata en C# menor, -con su adagio que prácticamente en estos momentos, es un patrimonio intangible de l...

Cuento. El hombre que murió el diez de agosto de 1845.

El hombre que murió el diez de agosto de 1845. Cuando escuchó la sentencia suspiró aliviado, como si su cuerpo se hubiese diluido a partir del cuello, desapareciendo los brazos, las piernas, el torso. Se sintió libre, seguro ya de cuál sería su destino a partir de ese momento y que podría pagar, en justicia, por los crímenes cometidos, sustrayéndose de indirectas, sospechas, acusaciones y calumnias. La ejecución se pactó entre jurado y juez; no estaban los tiempos para perder municiones y tampoco para dejar la impronta de la sangre y el plomo en el fondo de algún patio; querían evitar, en caso de alguna posible invasión, dar argumentos al enemigo que hiciesen dudar de la propia misericordia y benevolencia con los condenados a muerte. La horca, se decidió unánimemente. Y la sentencia se cumpliría al día siguiente, exactamente a las diez de la mañana, contadas a partir de la primera campanada del reloj de la iglesia parroquial —que se decía, mantenía la hora sincronizada con la marcada e...