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Mostrando entradas de agosto, 2024

Poema. Palestina.

 Palestina. Queremos que mueran, ¿no lo entienden? En ellos nos odiamos nosotros, en ellos vemos la historia de un pueblo vencido, cegado por el dolor, con ansias de venganza, imposibilitado para obtener un desquite, una compensación. Ese pueblo lleva nuestro rostro. Queremos que no quede piedra sobre piedra ni de campamentos ni hospitales. Eso queremos y no otra cosa. Si pudiéramos -¡si tan sólo pudiéramos elevar la voz y en alemán con gritos abiertos hacer llegar las órdenes al primer frente, al primer soldado!- repetiríamos aquello que otros hicieron con nosotros. Gustosos repetiríamos la historia. [Ellos, ésos, resisten, debajo de las piedras, detrás de una tapia descarapelada por la metralla, los huesos y el plomo, ésos, ellos, cuando ha cesado el bombardeo asoman entre las ruinas, ojos grises, cejas manchadas por un barro que lleva sangre y polvo en medidas iguales. Y lavan con sus lágrimas los pecados del mundo.] Y podemos. ¡Claro que pode...

Sin cuenta. Soneto.

Sin cuenta. Llego sin saber cómo; sin manuales, sin mapas, instructivos, sin apenas una vida que desborda sospechas y algunas certezas fuertes, puntuales. Heme aquí, pendiente de las bondades que diez lustros dejaron en la puerta, las bebo día con día, en la terca persecución de las grandes verdades. Pocos, muchos, ¿sabe Dios cuántos quedan, viajes elípticos sobre esta esfera? Tanta es su bondad, que no me lo dice. Sobre la mesa, pérdidas, ganancias. En la mente, silogismos, erratas. Corazón y vida, ambos sonríen. Francisco Arriaga. México, Frontera Norte. 12 de agosto de 2024.

Ocultos en el salvaje fulgor de la luz: los caracoles medievales.

    Ocultos en el salvaje fulgor de la luz: los caracoles medievales. Francisco Arriaga.     Después de ese par de años que pasamos encerrados, temiendo la infección y constatando lastimeramente el valor de una bocanada de aire -tal es la que nos separa de esa tierra incógnita donde, suponemos, están esperándonos nuestros ancestros-, nos encontramos frente a frente con una realidad hipersensible, en la que una gota minúscula dejada caer al azar en un comentario de cualquier red social es capaz no sólo de iniciar un tsunami que causará destrozos del otro lado del planeta y, no obstante, al mismo tiempo un tsunami de indignación poco o nada puede hacer contra los derechos, privilegios, exigencias o caprichos de algunas minorías. Resulta increíble que, pasada la Segunda Gran Guerra, experimentemos y asistamos desde pantallas 4k al genocidio palestino y que baste con sólo cambiar de canal para sumergirse en las Olimpiadas de 2024, donde se hace más escándalo ...