Palestina. Queremos que mueran, ¿no lo entienden? En ellos nos odiamos nosotros, en ellos vemos la historia de un pueblo vencido, cegado por el dolor, con ansias de venganza, imposibilitado para obtener un desquite, una compensación. Ese pueblo lleva nuestro rostro. Queremos que no quede piedra sobre piedra ni de campamentos ni hospitales. Eso queremos y no otra cosa. Si pudiéramos -¡si tan sólo pudiéramos elevar la voz y en alemán con gritos abiertos hacer llegar las órdenes al primer frente, al primer soldado!- repetiríamos aquello que otros hicieron con nosotros. Gustosos repetiríamos la historia. [Ellos, ésos, resisten, debajo de las piedras, detrás de una tapia descarapelada por la metralla, los huesos y el plomo, ésos, ellos, cuando ha cesado el bombardeo asoman entre las ruinas, ojos grises, cejas manchadas por un barro que lleva sangre y polvo en medidas iguales. Y lavan con sus lágrimas los pecados del mundo.] Y podemos. ¡Claro que pode...
La letra mata. El Espíritu vivifica. Escribir, transfigura.